Cinco
de copas, As de bastos, Ocho de espadas,
Siete de espadas, Cuatro de bastos y Ocho de espadas
Archivo Simón Ruiz (depositado en Archivo Histórico
Provincial de Valladolid)
Sota de oros, Nueve de copas, Tres de espadas,
Archivo Histórico Provincial de Valladolid (Protocolos
notariales)
Se cree que los primeros juegos
de cartas fueron ejemplares bastante exclusivos
realizados naipe a naipe por auténticos artistas. A partir
del siglo XV se aplica la técnica de la xilografía
para grabar los dibujos de los naipes sobre tacos de madera
y de esta manera se inicia la estampación seriada de
pliegos xilográficos con las figuras de la baraja.
Durante
los siglos XV y XVI su fabricación está estrechamente
ligada a la producción de estampas en general. Además
de la formación artesanal era precisa una estructura
comercial: un editor, un vendedor más un grabador que,
a veces, podía coincidir con el primero y el segundo.
Ello nos lleva a pensar en una inversión de capital con
el fin de alcanzar unas ganancias y en el establecimiento de
una red de distribución entre los centros de producción
y los consumidores finales. En
Castilla fueron grandes centros productores Salamanca, Medina
del Campo y Valladolid, y más allá de nuestras
fronteras Thiers, Rouen, Lyon y Toulouse. Estampadores y grabadores
franceses tuvieron estrechas relaciones con España a
través de socios que actuaban en nuestro país
como activos comerciantes.
El
primer acercamiento de la ley a los naipes fue para regular
el juego o para prohibirlo. En 1387 el rey Juan I de Castilla
prohibía el juego de naipes, mientras que los Reyes Católicos,
en una Pragmática dada en Toledo en 1480, establecen
normas que lo regulan, refrendadas después por la reina
Juana con nuevas disposiciones en 1515. Carlos V promulga leyes
regulando los juegos y, con este fin, dicta unas ordenanzas
en Toledo en 1524 estableciendo
los juegos que estaban permitidos y el límite máximo
de las apuestas admitidas. Viendo que la fabricación
y venta de naipes podía aportar grandes beneficios a
la Hacienda Real, este último monarca establece el estanco
de naipes en tierras castellanas en 1543. El monopolio de la
venta de naipes en el reino de Castilla fue concedido por un
período de diez años a Rodrigo de Dueñas, banquero
de Medina del Campo, que adquiría las barajas a un precio
reglamentado y estaba autorizado a venderlas por un precio superior
a cambio de una contribución establecida en 1.300.000
maravedís que, según las crónicas, se emplearon
en reforzar las fronteras del norte de la Península,
sufragando las fortificaciones de San Sebastián y Fuenterrabía.
Acabado el arrendamiento o asiento de Rodrigo de Dueñas,
el monopolio pasó al genovés Agustín Spínola,
estante en Medina del Campo, por 300.000 ducados anuales durante
un período de seis años. Cada baraja vendida contribuía
a la Real Hacienda con medio real. Pero, según sabemos
por Cristóbal Espejo y Julián Paz en su libro
Las antiguas ferias de Medina del Campo, este banquero genovés
cedió todo o parte de sus derechos a Esteban de Negrón,
vecino de Medina, y a un sobrino de éste, Marco Antonio
de Bibaldo, ambos cambistas, a cambio de satisfacerle 2.065.000
maravedís.
Sobre
la abundancia de naipes que debían venderse en las ferias
de Medina del Campo los autores antes citados mencionan en 1574
la cantidad de 100 cajas de 45 docenas de barajas cada una,
que fueron estampadas en Burgos a cargo de Cristóbal
de Medina. Del total de 54.000 barajas fueron vendidas 37.800
a 38 mrs. cada una, por lo que es de suponer que el juego de
cartas en Medina del Campo, centro populoso y más en
ferias, estaría muy extendido. Aunque
los juegos de envite y azar estuvieran prohibidos, son muchos
los pleitos seguidos ante la Real Chancillería de Valladolid
por deudas de juego.
El
naipe es algo tan frágil que, si no es por circunstancias
extraordinarias, se puede considerar un objeto efímero.
Su hallazgo o conservación casi siempre se debe a que
fuera reutilizado adhiriéndose a un material más
rígido como las tapas de un libro o como relleno de encuadernación.
En el caso de estos nueve naipes que presentamos, la circunstancia
que les ha permitido llegar hasta nosotros es que fueron usados
como tejuelos cosidos a libros de protocolos notariales y otros
legajos del Archivo de Simón
Ruiz. Pertenecen a barajas diferentes pero tienen algunas
características comunes. Así, ninguno de los naipes
va numerado, todos ellos han sido coloreados por el sistema
de "trepas" (estarcido con pincel mediante la utilización
de cartulinas recortadas a modo de plantillas), el reverso es
de color blanco salvo en tres casos (uno de los 8 de espadas,
el 9 de copas posiblemente ambos de la misma baraja- y
el As de bastos), los naipes están hechos con tres hojas:
una para el anverso con el dibujo de la carta, otra para el
reverso y una lámina central más oscura, el alma
o "mano gris", que le da consistencia y opacidad.